POR UN LIBRO "EXITOSO" GANAN $830 MENSUALES

De qué viven los escritores argentinos

Por Iván Schuliaquer

Nota aparecida en Crítica Digital, el sábado 11 de abril de 2009

(imagen Bruzzone)

Bruzzone. El autor de Los topos y 76, cuya primera edición está a punto de agotarse, fue maestro de grado hasta que su cuñado lo invitó a compartir este oficio. Además es editor de Tamarisco.

“Cuando me pregunten por la literatura argentina, voy a decir que el escritor que tiene más futuro trabaja limpiando piletas”. La frase de un periodista chileno, que hace referencia a Félix Bruzzone, sirve para ilustrar la realidad de quienes se dedican a la literatura en el país. Lejos del lugar en el que muchas veces el imaginario popular los sitúa, los escritores no sólo no viven en una casa aislada, en la montaña o frente al mar, sino que tampoco manejan sus tiempos ni se dedican sólo a escribir literatura.

La realidad muestra que son pocos los autores que en Argentina viven de lo que escriben. Pablo De Santis, Federico Andahazi, Claudia Piñeiro, Guillermo Martínez y no muchos más.Un cálculo rápido: del precio de tapa de un libro, un 10 % queda para el autor. Según editoriales, la tirada promedio de una novela nacional va entre los dos mil y los tres mil ejemplares. Si bien no hay un registro centralizado y público que permita saber cuánto venden los libros, tanto en Sudamericana como en Planeta dicen que cuando de literatura argentina hablamos, y exceptuando a los pocos escritores que son garantía de ventas masivas, un libro que vende dos mil ejemplares es considerado exitoso. Por un libro que tiene un precio de tapa de 50 pesos, un autor percibirá por dos mil libros un total de diez mil pesos. Si tuvo suerte y la producción de la novela le llevó sólo un año, le quedarían, en promedio, 830 pesos por mes.

La mayoría de los escritores trabajan como periodistas, traductores, correctores, editores, guionistas, libreros, dan talleres literarios y/o clases en la universidad. Pero también hay otros que se dedican a asuntos distantes de la literatura: entre los narradores nacionales hubo remiseros, vendedores ambulantes, cadetes, repositores de supermercado y fumigadores. EL LIMPIADOR DE PILETAS. “Tengo un trabajo al aire libre que me permite despejarme para pensar y escribir”, dice el autor de Los topos (Mondadori) y 76 (Tamarisco), Félix Bruzzone. El escritor trabajó durante tres años como maestro de grado, un ámbito en el que no se sentía cómodo: “Mi personalidad no da para tener gente a cargo, menos que menos a chicos”, recuerda. Todo cambió con un comentario de su cuñado, que le sugirió dedicarse a lo mismo que él: limpiar piletas. Y así empezó, con un auto y “una bomba que chupa agua”. Bruzzone, que es uno de los coeditores de Editorial Tamarisco, no ve la posibilidad de vivir de la literatura ya que, salvo que con eso cobrara millones, debería estar todo el tiempo sentado, algo que no le gusta: “Cuando empiezo a escribir un libro no sé cuándo lo voy a terminar, ni si voy a poder hacerlo”, comenta.

Poco Redituable

“Los escritores que viven de los derechos de autor en la Argentina no creo que lleguen a diez, y eso es porque el tamaño del mercado es muy pequeño”, afirma Pablo Avelluto, director editorial de Sudamericana, quien recuerda: “Borges empezó a vivir de sus derechos después de los 60 años”.“El escritor no tiene ningún control para saber adónde van a parar sus obras, los que están contratados por editoriales tienen que confiar en ellas”, dice Eduardo Mileo de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA) y explica: “No es un tema actual, es algo que se arrastra, pero son cada vez más los que no viven de sus obras”. Para Mileo las cifras globales de ventas de libros aumentan sólo por los best seller, mientras muchos de los escritores deben volver a las ediciones de autor. El secretario de la SEA sentencia: “No hay salida en un sistema que privilegie la venta a la realización artística”.

Vivir de la literatura

“El dinero me permite ganar tiempo para escribir”. La misma frase la enuncian, en distintos momentos, Ariel Magnus y Leonardo Oyola, dos autores de treinta y pico que hace poco optaron vivir sólo de su literatura. Hasta hace un año y medio, cuando obtuvo el premio La otra orilla 2007 de editorial Norma con Un chino en bicicleta –30 mil dólares–, Magnus vivía de las traducciones y de colaboraciones en medios gráficos (entre ellas, notas para revistas de autos). El galardón le da, entonces, más tiempo para escribir mientras vive de manera austera y controlada. “Gasto muy poco y no quiero tener hijos, eso permite planificar las cosas”, asegura el escritor que vivió hasta hace poco cerca de El Bolsón y que decidió volver a Buenos Aires porque el nuevo contrato de alquiler venía con un gran aumento. Magnus admite que el premio lo ayuda sólo por un tiempo, ya que está convencido de que “vivir de las ventas de la literatura es muy difícil”. Y agrega que las traducciones de sus libros a otros idiomas también suman: “Si me pagan mil euros, tiro dos meses”, dice.“Hace dos años que me dedico de lleno a la escritura”, asegura Oyola. El autor de Hacé que la noche venga (Mondadori) trabajó varios años de bibliotecario en una escuela de Morón. Hubo cambio de directivos, lo dejaron afuera y decidió dedicarse sólo a escribir, mientras se quitaba la costumbre de “llegar los días cinco al cajero y saber que había plata”. Ser escritor full life le permite producir dos libros por año. El premio Novela Negra de Gijón le posibilitó publicar en España, donde le pagan en euros, una moneda que le rinde. Oyola vendió ropa en un puesto de feria y hasta trabajó de albañil meses después de haber sido finalista del Premio Clarín: “Quedé hecho pelota y sólo me pagaron 150 pesos”. Y completa: “Tengo 18 mil pesos al año, ¿se puede vivir con eso? Se puede, pero no tengo banda ancha ni auto. Y cuando se atrasan los cobros, no tengo ni para bancar la cerveza”.

Una escritora del selecto club de los que viven de sus derechos de autor es Claudia Piñeiro, aunque recién pudo permitirse esto a sus 45 años: cuando obtuvo el Premio Clarín con Las viudas de los jueves.Piñeiro había trabajado para grandes estudios contables multinacionales, con su título de contadora pública, hasta que, en 1990, fue finalista del Premio Sonrisa Vertical de novela erótica (Tusquets). A partir de ese momento decidió dedicarse a la escritura: trabajó en medios gráficos y luego comenzó como guionista de televisión. Ahí aprendió que la escritura de un unitario daba más tiempo que la de una tira para ponerse a producir literatura y obras de teatro –ámbito en el que Piñeiro también se destaca. Sin embargo, Tuya y Las viudas de los jueves, dos éxitos de ventas, fueron escritas mientras Piñeiro formaba parte del equipo de guionistas de Yago y Resistiré. La autora describe: “La escritura de guión y el periodismo tienen mucho de oficio. La literatura tiene más que ver con un trabajo creativo. No compite con el tiempo de la cabeza”.

Carreras paralelas

También hay escritores en los que conviven dos vocaciones. Entre ellos, está Héctor Tizón, que comparte sus horas de escritura con su trabajo como juez del Tribunal Superior de Jujuy. También hay escritores con consultorios: son el médico psiquiatra y psicoanalista Carlos Chernov y el dentista Germán Maggiori. Ambos coinciden en que escribir sólo producción literaria propia les permite mayor libertad que quienes, por ejemplo, son redactores periodísticos o publicitarios. “Nunca escribí nada por dinero”, proclama Chernov y asegura que, como siempre supo que no iba a vivir de su escritura, su opción por el psicoanálisis “protegió a la literatura”. El autor de El amante imperfecto –ganador del Premio La otra orilla 2008– confiesa que sus dos trabajostienen puntos en común que le permiten “vivir entre historias”. Chernov afirma: “Me gustaría dedicarme sólo a la literatura. Estoy trabajando menos en el consultorio y espero retirarme dentro de cinco o diez años”.Maggiori atiende en su consultorio tres veces por semana y aprovecha los huecos en su agenda para escribir. “Tengo pasión por las dos cosas, y me gusta que no tengan ninguna conexión”, dice el autor de Entre hombres, con la que ganó un premio de editorial Alfaguara. Según el odontólogo “salvo para los consagrados, es imposible en este país pensar vivir de los derechos”.

Contacto indirecto

“No vivo, ni creo que viva nunca de la literatura”, dice el escritor Fabián Casas, aunque reconoce que forma parte del club de aquellos que viven de la escritura: trabaja como periodista gráfico. Para “mantener una limpieza mental” siempre esquivó la sección Cultura: estuvo en Deportes y Sociedad, y en la actualidad es director de una revista dedicada al campo. Casas explica: “Hay que parar la olla todos los días y comprarle el medicamento a la perra. Eso lo hago con el periodismo”.Juan Incardona estrenó con 2009 trabajo nuevo y está feliz: después de 13 años, pudo dejar la venta ambulante nocturna de bijouterie en plazas y bares de Palermo. Ahora coordina los talleres que ofrece el Espacio Cultural Nuestros Hijos, en uno de los edificios donde funcionaba la ESMA. “Está bueno dar clases porque uno piensa en las herramientas del proyecto narrativo”, asegura el autor de Villa Celina. Su rutina hasta fin de 2008 incluía escritura todo el día y gira de noche para vender sus artesanías.

La posibilidad de una cancha

El escritor-profesor Martín Kohan intentaba trazar un panorama local cuando dijo provocador, en una conferencia: “Si juntamos a todos los lectores argentinos de literatura, no alcanzamos a llenar una cancha de fútbol”.El otoño trae el frío y Félix Bruzzone sabe que sus ingresos se van reduciendo como las horas de sol, mientras aumenta el tiempo que le puede dedicar a su escritura. El limpiador de piletas está contento porque, en menos de un año, fue construyendo su humilde platea, propia de un escritor en ascenso: su libro 76 está a punto de agotar su primera edición de 500 ejemplares.Cuánto se paga por leer o traducirLas ocupaciones más comunes entre los escritores les permiten cobrar, según estimaciones promedio:- Crítica de libros para un medio gráfico: entre 120 y 300 pesos.- Lectura de originales de novela para una editorial: entre 150 y 250 pesos.- Corrección de un libro: se cobra por página y el promedio va entre los cuatro y los cinco pesos por carilla. Por un libro promedio se puede cobrar entre 800 y 1.200 pesos.- Las traducciones se pagan según el idioma. No es lo mismo el inglés que el alemán, ni el alemán que el japonés: el precio promedio para el inglés es 40 pesos cada mil palabras. El total por un libro de 200 páginas ronda los 3.200 pesos.- Un ayudante de primera con dedicación semiexclusiva en una universidad, 20 horas cátedra semanales y antigüedad promedio cobra alrededor de 1.750 pesos. - Los talleres de escritura varían según la carga horaria y el lugar, además del prestigio del profesor; si es particular van entre los 120 y los 300 pesos por asistente, si es en un centro cultural el tallerista puede cobrar entre 250 y 600 pesos.

Roberto Bolaño, el guardia del camping Por Roka Valbuena Antes de lograr el verdadero reconocimiento con su novela Los detectives salvajes, publicada a sus 45 años y premiada con el Rómulo Gallegos en 1999, Roberto Bolaño fue un espartano que, por años, vivió con lo justo. Fue un trashumante que viajó por los países tomando y dejando oficios. El autor chileno, que no terminó el colegio y sólo parecía obsesionado con la literatura, se hizo un experto en trabajos esporádicos. Según parece, y como es habitual en muchos artistas, los trabajos para Bolaño sólo eran importantes para que pudiera subsistir el escritor.Desde fines de los años setenta se instaló en España y trabajó en cualquier empleo que se le cruzara por delante. Su único requisito era que le diera tiempo para escribir y, fundamentalmente, para leer. Trabajó como camarero y vendedor hasta llegar, en los años ochenta, al oficio que más orgullo le dio: su mítico puesto de vigilante nocturno en el camping Estrella de Mar, en Castelldefels, cerca de Barcelona. El propio escritor dijo que fue el oficio en que mejor se desempeñó. También, como muestra de su aptitud, ha dicho que nadie robó mientras él estuvo allí. Impidió peleas que pudieron haber terminado muy mal. Y una vez evitó un linchamiento a un tipo que, tal cual confesó el escritor, él mismo hubiese linchado. Por supuesto también aprovechó esas noches asalariadas tanto para leer como para escribir. De hecho, muchos de sus personajes se desempeñan como vigilante nocturno de camping. Después de un tiempo esas noches dieron frutos. Bolaño empezó a publicar sus mejores libros. Y así, recién a los 45 años, tras obtener importantes premios, pudo vivir del empleo más estable que tuvo en su vida: escritor.